Getafe representa el máximo exponente del municipalismo entregado al ladrillo, modus vivendi de ex concejales que han multiplicado en pocos años su patrimonio hasta límites insospechados. Todo lo que rodea al Ayuntamiento está envuelto en el aura del Urbanismo, área que rige los designios de la Casa Consistorial, tal y como hace cada año la luna de agosto con la cosecha vinícola.
Nada es más importante que la vivienda para los regidores municipales. Problema éste que, aún siendo primordial para los vecinos y vecinas de Getafe, no debe pasar por encima de servicios y necesidades básicas en cualquier sociedad moderna. Pero aquí todo da igual, ya nada importa.
Los ciudadanos se han acostumbrado al abandono que sufren por parte de sus munícipes y a buscarse la vida, socialmente hablando. Poco les llama la tención el efusivo color con el que las mentes prolíficas del Consistorio han decidido redecorar las farolas, ni el verde sintético que sustituye mantillo y arbustos en las rotondas; ni siquiera las estatuas compradas al peso que aparecen diseminadas en rincones del término municipal. Parecen adornos improvisados copiados de fotografías en álbumes de diseño de estética urbana (anglosajones para nuestro pesar). El arte de hacer mal las cosas… o al menos, sin gusto.
Getafe es, desde hace tiempo, una niña desatendida, que está pasando por su etapa de adolescente sin que nadie le preste la más mínima tención. Y se ha vuelto, dicho sea de paso, rebelde y contestataria.
A Getafe no le gusta que sus representantes políticos menosprecien la cultura en todas sus expresiones, pero sus vecinos y vecinas están tan acostumbrados a ello que miran hacia otros lares cuando de llenar sus retinas se trata.
En Getafe no se habla ni de cultura, ni de arte. Sólo se habla de fútbol. Y pese a mi desaforada tendencia hacia el deporte del balón, no me parece de recibo que un producto de marketing destinado a las masas ande a años luz de distancia del culto a la creación cultural, literaria y artística.
Los mandamases del municipio han decidido aumentar un 30 por ciento la subvención económica que otorgan cada año al principal equipo de fútbol de la ciudad, hasta alcanzar los tres millones de euros. Y, ¡qué curioso!, vuelven a confluir fútbol y ladrillos, pues los propietarios del club son los mismos ex concejales que se han hecho millonarios después de dejar sus cargos. Más ayudas para los que más tienen. ¡Menuda política de izquierdas!
Getafe cubre un 20 por ciento del presupuesto anual de esta empresa privada (sociedad anónima deportiva), una nueva desproporción en relación a otras entidades deportivas y no digamos ya si hablamos de colectivos culturales o personas a título individual. Ni siquiera hay constancia de su existencia. Pero, oye, que queda divino de la muerte el alcalde cuando se hace la foto en el palco. Hasta amortizar los tres millones de euros ya pueden hincharse a sacarle fotos. Eso sí, de su perfil bueno, que desde hace tiempo es el derecho.
Y aunque lo dejo para el final, no es por ello menos importante. Mucha culpa del desaguisado cultural y artístico de Getafe la tiene el concejal de Cultura, Festejos y Personal, José Manuel Vázquez, a quién se ha llevado por delante el tren de la política. Sus preocupaciones personales, sus peleas en el seno de la agrupación socialista y su enconamiento con algunos de sus compañeros de partido, le han llevado a dejar a un lado parte de sus obligaciones. El personal del Ayuntamiento nunca ha estado tan enfrentado a sus pagadores, ni ha hecho declaraciones públicas tan definitorias de su desencuentro con el concejal. Todo un logro para su gestión.
Y ahora dice que siempre ha apostado por la Cultura ¡ja! Y anuncia grandes y colosales edificios para albergar un museo, un palacio de ópera, otro teatro… qué de cuánto. Seguramente sea lo mismo que cuando se nos intentó vender la moto del Coliseo como punto de encuentro para actividades culturales y lo único que se ha hecho allí es ampliar el graderío para los partidos del Getafe. O la plaza de toros, construida para albergar un par de actos al año…
Ni cultura, ni arte. Tan sólo el de la mentira. En eso sí es experto.
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