sábado, febrero 05, 2011

El cisne


Anda perdido, en una parcela sin construir en el desarrollo urbanístico de Los Molinos, un cisne blanco. Precioso, grande, limpio y, seguramente, ingenuo. Allí lleva desde hace mes y medio. Llegó al lugar con las lluvias navideñas, aquellas que pusieron en alerta a autoridades y dejaron la inquietud en quienes sufrimos los rigores, excesivos, de un invierno incipiente.

Seguramente amerizó en un “paraíso” a sus ojos de ave migratoria y, cansado de un largo viaje hasta tierras cálidas, miró hacia abajo, atraído por ese imán en el que todos nos miramos cuando bajamos la vista desde un altillo. A buen seguro pensó que alguien cercano necesitaba ayuda y presencia. Un sentimiento de fusión con esa fuerza gravitatoria que nos hace, por un momento, sentirnos levedad… El cisne, el blanco cisne, debió sentirse así para posarse en ese espacio del territorio local.

Un desarrollo urbanístico no es el lugar que uno recomendaría a un cisne para buscar cobijo; por muy mal que estuviera. No es sitio seguro. Con suerte, podría ser víctima de los rigores invernales, o, sin ella, de algún “avispado” capaz de congelar su carne yerma para alimentar necesidades.

De ahí que el cisne haya pasado de ser una anécdota en un mar de hormigón y ladrillo, a una preocupación para quienes entienden que un animal, por muy molesto que sea, debe recibir los cuidados necesarios.

El cisne, seguramente, verá emerger su futuro en un ambiente apropiado a su condición. Se lo ha ganado. Por estar donde está, por ser quién es, y por descender de quién desciende. ¡Ay!, el linaje... Es bueno, siempre lo es, estar en el momento justo y en el lugar oportuno.

Una vez conseguido lo más difícil, la supervivencia, podrá mirar, siempre con ojos precavidos, a cuantas aves rapaces y carroñeras deambulan por estos parajes, yermos de fauna salvaje, pero ricos de flora silvestre; y medirse con ellas, competir, litigar y hasta retar a quien considere obstáculo par a sus pretensiones.

Eso sí, y aunque pueda sonar apocalíptico, es imprescindible guardar cuidado, ya que “la blancura de la nieve hace al cisne negro”.