martes, febrero 26, 2013

Democracia participativa

Recientemente los medios de comunicación locales se han hecho eco de la noticia que ha generado el proceso de elecciones internas en el Partido Popular de Getafe. Todos, o casi todos, han coincidido en señalar el porcentaje de votos emitidos en relación al número de afiliados, indicando que tan sólo un tercio de dicho afiliados ejercieron su derecho de elección del nuevo presidente.

Dicho así, sin ir más allá, la cifra pudiera parecer sorprendente, máxime cuando se trata del partido que gobierna la ciudad. Pero, como en los seguros, hace falta acercarse a escudriñar la letra pequeña.

Basta con repasar los estatutos del Partido Popular (en esto no se diferencia del resto de formaciones) para ver que es necesario estar al corriente de cuotas para poder votar. Y aquí está la patata caliente. ¿Cuántos afiliados populares pagan religiosamente sus cuotas? ¿Cuántos lo hacen en el resto de partidos? La respuesta está clara: un tercio.

Me cuentan desde el seno del PP que para presentar una candidatura con 50 avales, tal y como marcan los estatutos, habida cuenta de la demora generalizada en el abono de las cuotas, era necesario sumar alrededor de 6.000 euros entre todos los avalistas para abonar las cantidades pendientes. ¿No será esa la causa de que no haya habido alternativa a Juan Soler?

Bromas aparte, y reconociendo que los resultados del alcalde de Getafe y presidente del PP son los mejores en la historia de su partido, es significativo que la elección de los responsables políticos del primer partido de la ciudad dependa de menos de 500 personas.

Algo parecido pasó con el PSOE, que congregó en sus elecciones a Secretario General tras la debacle en las municipales a 515 afiliados. ¿Se imaginan la cantidad de personas que han esgrimido el carnet socialista durante los años de mandato de Pedro Castro? Muchísimas más que esos, curiosamente, 500, ¿no creen?

Y si seguimos bajando escalones, las cantidades de votos que marcan los designios de IU y de UPyD en nuestra ciudad rayan en lo obsceno, por ínfimas.

Es decir, que para elegir a aquellos que van a decidir dentro de un par de años quienes van a ser los que ocupen las candidaturas a los 27 sillones del Pleno municipal, son suficientes 1.200 personas. Ni un uno por ciento de la población.

Esto es sintomático del momento por el que atraviesa nuestra sociedad y el escaso interés que el movimiento político despierta en la masa social y ciudadana, cuando los procesos participativos de las principales formaciones políticas cuentan con unos números tan pírricos.

Algo estaremos haciendo mal si a la tan cacareada “democracia participativa” le faltan, precisamente, los ingredientes principales: los participantes; y si asumimos, sin más, que el número de personas que se congregan un día cualquiera en un bar cualquiera de una calle cualquiera para ver el enésimo clásico de los clásicos supera con creces el de los que participan activamente de eso que se llamaba “politeia” en la Grecia clásica.