Resulta increíble cómo un Gobierno, en este caso municipal, es capaz de poner patas arriba todo un municipio. Los responsables políticos responden, a cada problema, con otro más grande; a cada información, con declaraciones sonrojantes; a cada protesta, con amenazas veladas; a cada acusación, con huidas hacia adelante; a cada sugerencia, con demagogia; y a cada necesidad, con ignorancia.
Getafe es, políticamente hablando, una ciudad descabezada. Resulta escandaloso asomarse a las páginas de los periódicos locales y ver las informaciones que, una vez sí y otra también, ponen en tela de juicio la actuación de nuestros gobernantes, a quienes, en algunos casos, se les vinculan con presuntos delitos y posibles tratos de favor.
¡Menudo panorama!
Han sido, las últimas, unas semanas de auténtico caos, de embrutecimiento de la ciudad, en el sentido más literal del término. Y quienes deben velar por que las aguas bajen tranquilas, son quienes más se ocupan de revolver el río. Y ya lo dice el refrán: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Por lo que hay quien se ha venido ocupando durante los últimos años de tener la caña más larga y dejar atada y bien atada su barca en los mejores cotos de pesca del municipio, algo que con toda seguridad no es ético y quién sabe si será legal.
Diferentes afirmaciones públicas de los primeros espadas del PSOE local han dejado auténticas bombas de relojería en el entorno urbanístico, social y mediático de la localidad. Unas declaraciones que no han estado marcadas, ni mucho menos, por la prudencia que se le debe exigir a un cargo público. Mensajes con doble sentido que no han hecho más que enredar la ya de por sí complicada situación por la que atraviesa Getafe.
Y además, se toman la libertad de asegurar que los periodistas no se preocupan por cuidar la objetividad. Ellos, con manifestaciones tendenciosas y seguramente intencionadas, se permiten el lujo de abanderar el espíritu de la libertad de expresión. Y los inveraces son los demás… a quienes no se cortan un pelo en vetar si no responden a sus intereses y pasan por el tamiz de “su verdad”.
El ciudadano de a pie, ése que sólo pasa por el entorno de la calle Madrid y de la plaza de la Constitución en fines de semana y cuando el tiempo lo permite, está harto de tanta chapuza, de tanta información cruzada y de tanta confusión. Y pide claridad, algo que no encuentra por ningún lado.
Sus gobernantes no les están dando el mejor ejemplo de seriedad y de dedicación a la “res pública”, embutidos como andan en diatribas mediáticas y en desmentidos y respuestas a las informaciones aparecidas en los medios de comunicación locales.
Perdidos al otro lado de la niebla.
Todo este abotargamiento de la vida municipal nos conduce a una situación de desgobierno, de desmesura y de descuido de otras funciones. Los vecinos y vecinas son los que, en definitiva, pagan el precio de la ineficacia y quienes sufren la falta de tino a la hora de proporcionarles lo que ellos demandan: tranquilidad.
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