
El convenio en cuestión, que cerraba una cuerdo a tres bandas, ya que desde el Consistorio se implicó a la Federación Española de Golf para construir en los terrenos permutados un campo de 18 hoyos (el primero de la zona sur madrileña), contó desde el primer momento con la oposición ecologista, colectivos sabedores del daño ambiental que supone una instalación de esas características en el límite con el Parque Regional del Sureste.
Pero, si grave es el daño material a una zona protegida, mucho más podría ser el perjuicio económico que le supondría al municipio si se confirma que los terrenos se vendieron a un precio inferior al de mercado, pues estaríamos hablando de beneficiar a unos pocos a costa del dinero de todos. Y eso es lo que pretende ahora investigar el juez. Si el alcalde Pedro Castro y su Gobierno cometieron algún tipo de ilegalidad.
La admisión de la querella leva implícita la relación de los denunciados, a los que hay que atribuirles desde el comienzo la presunción de inocencia, pues el magistrado ha visto indicios en la denuncia para efectuar la investigación oportuna. Hasta el juzgado ya se han trasladado algunos de los denunciados para recoger la demanda, pero no todos. Ni el alcalde Pedro Castro, ni el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid David Lucas (que figura en el auto por su cargo como concejal de Hacienda de Getafe cuando se firmó el convenio) han permitido que se les hiciese la foto y podrían haber recibido la querella en sus respectivos despachos. Siempre ha habido clases. Otra cosa será el tema de las declaraciones si desde el Juzgado Número 1 de Getafe se sigue adelante con el asunto.
Los populares, que se posicionaron en contra de este acuerdo (se aprobó en Pleno con los votos a favor de PSOE, IU y una concejala del Grupo de No Adscritos, tránsfuga de la coalición) quieren ahora personarse en la causa, argumentando que el convenio podría haber supuesto unas pérdidas de 40 millones de euros para las arcas municipales. Si esto es motivo suficiente para que el juez les permita ser parte, se daría otra vuelta de tuerca al conflicto, pues sería un elemento más de investigación política.
Lo cierto es que desde 2004, cuando el acuerdo comenzó a fraguarse, algunas informaciones y opiniones periodísticas a nivel local ya alertaban de los riesgos del acuerdo y de las presuntas irregularidades cometidas por la Administración, aunque no sirvieron para modificar una decisión política ya tomada.
Ahora, con la intervención de la prensa nacional y el maremoto de querellas, informes, tramas, espionajes, grabaciones… en que se ha visto envuelta nuestra clase política, vuelve a emerger un asunto tan atractivo (informativamente hablando) como delicado para las partes implicadas. Es el turno para que actúe la Justicia.